El problema, es que esa pieza aerodinámica no se ha concebido ni instalado en los coches por estética (el 90% de las personas que ponen uno desconocen para que sirve en realidad) sino para ganar estabilidad y aumentar la adherencia.
Pongo un ejemplo muy claro, imaginemos un avión comercial cargado de maletas y con 170 personas a bordo, su propio peso junto con la carga es de bastantes toneladas. Pues bien, en el momento de su despegue, es capaz de levantar todo ese peso a una velocidad de 300km/h. Ahora pensemos por ejemplo en un coche de DTM o en un Lamborghini cuyo peso ronda la tonelada y media y es capaz de sobrepasar los 250km/h con una aceleración de vértigo. Prácticamente alcanzan las mismas velocidades pero no queremos los mismos efectos. El avión lleva alas y se levanta y el coche no las lleva y no queremos que se levante.
¿Cómo conseguimos que ese coche no vuele?
Pues mediante alerones y deflectores de viento que consiguen pegar el coche al suelo como si fuera un imán y evitan que salga despedido a esa velocidad en un bache y comience a dar vueltas de campana hacia detrás descontroladamente hasta que se pare. Ese es el fin del alerón, facilitar al conductor la manejabilidad de su coche y hacer que sea posible dirigirlo a grandes velocidades.
Existen muchos tipos, desde los tradicionales y los que llevan 3 niveles hasta los escamoteables que se abren a partir de una determinada velocidad y se esconden cuando se baja de la misma. Además hay que reseñar que los coches de Fórmula 1, llevan un componente adicional a su estructura repleta de spoilers para que no despegue en plena recta: Un simple listón de madera sujeto a los bajos del coche, cuya finalidad es recircular el aire hacia debajo para que el monoplaza no se levante de la pista.
Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que el uso y efectividad del alerón es prácticamente inapreciable a 120km/h, que es lo máximo a lo que podremos circular habitualmente… a no ser que no respetemos los límites.
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