Cuando
un niño nace se le da un nombre, cuando un barco ve por primera vez
al agua se le da un nombre, cuando se fabrica una bebida se pone un nombre…
Prácticamente
a cualquier cosa, producto o ser que ve la luz por primera vez en la vida, se
le da una identidad para diferenciarlo del resto y poder reconocerlo.
En el
sector automovilístico sucede exactamente lo mismo, pero casi siempre se
asignan nombres que tienen algo que ver con el coche, que lo complementen.

También
hay guerras en los tribunales acerca de identificar un coche cuyo nombre recuerda
al de otro ya existente (por ejemplo el caso del Fiat Gringo y el Renault
Twingo, que finalmente acabó a favor del segundo).
Para
evitar esta situación, las marcas registran muchos nombres aunque no tenga vehículos
suficientes como para utilizarlos. Por ejemplo Seat, tiene registradas todas
las ciudades de España y Peugeot las cifras con cero en el centro – 306/308/908/3008…
de hecho, Porsche tenía previsto denominar al 911, 901 pero al tenerlo Peugeot
tuvo de decantarse finalmente por el 11.
Como
vemos, lo que a priori parece una tontería y lo más bonito de todo el proceso,
puede convertirse en un auténtico quebradero de cabeza.
Algunos
fabricantes deciden dar carta blanca a los usuarios para que decidan ellos
mismos el mejor nombre, por ejemplo Alfa Romeo dejó en 2007 a través de su web, la
posibilidad de nombrar a uno de sus modelos, el Mito.
El
proceso fue sencillo, cada participante ofreció una propuesta con su nombre
favorito y quedaron doce finalistas, por lo que hubo que votar por uno de
ellos. El nombre resultante fue el Alfa “Furiosa” pero a la marca no le hizo
nada de gracia y finalmente no lo utilizó.
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